Llevo décadas viendo
a este personaje deambular por las calles de Madrid, décadas que
irremisiblemente han pasado por su rostro de una manera tan feroz que ya apenas
una leve sonrisa se vislumbra en la comisura de sus labios.
Rayito es un
hombre al que no sabría definir la edad, todas ellas se quedaron detrás del
maquillaje de payaso que cubría, quizá la amargura, de tener que pedir en la
calle la subsistencia diaria. Hace años se pintaba y se vestía de payaso
embozaba una sonrisa, y aspiraba a alcanzar tiempos mejores, no debieron de
llegar nunca, pues los años se fueron y Rayito sigue solicitando de todos lo
mejor que podamos darle.
Con su maletín,
una silla plegable, su plato casi siempre vacío, y un letrero demandando una
ayuda, llamaba la atención del transeúnte, sin hablar, con gestos casi imperceptibles,
con su silencio, y con unos ojos que día a día se fueron apagando de alegría,
de esperanza, y mirando cada vez más al suelo. Ocupaba un espacio, cuasi
permanente, en la calle Goya de Madrid, un espacio que apenas nadie veía, y que
después de tantos años deambulo por otros lugares: Glorieta de Bilbao, calle
Fuencarral, Gran Vía, etc., pero su base, por así llamarla, seguía siendo la
calle de Goya junto al Corte Inglés.
Es Rayito quién
nos muestra cada día el ayer, sus ilusiones se fueron quedando en aquella
pequeña jofaina, aquella que un día debió de colocar junto a él con la
intención de que le marcara el camino hacia nunca supe donde, pero que podía
haber sido la escudilla de cualquiera de nosotros.
Sigue Rayito en
la brecha, si antes pedía una ayuda en aquél letrero para vivir, ahora pide
para comer, ahora la necesidad de un techo es la necesidad de una sopa, de un
plato lleno ya no de monedas, si no de alimento para el cuerpo, que quién
alimenta el cuerpo, está más predispuesto a alimentar el ánimo.
Si pasó por la
vida de otros, si otros se aprovecharon de su vida, si fue, si es, quién es, y
que será, son un misterio para este mortal, tal como es un misterio todo
aquello, que debido a los tiempos que transcurren, a la convivencias que
desaparecen en las prisas, dejamos de percibir, de conocer, de sentir, y se
convierten, en su paralelismo, en aquellas operaciones matemáticas de las que jamás supimos despejar
la incógnita.
A vosotros que
leéis esto aún os queda la esperanza de mudar de hito, esa, que para tantos
dejó de existir quién sabe... ¿Cuándo, dónde, y por qué?
T.S.G. (Aes sin hache)
1.11.2013.

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