lunes, 4 de noviembre de 2013

Escritores (Un coctel de vanidades).


     Existen escritores para todos los gustos: Conocemos los escritores enrevesados, que partiendo de una noticia sencilla son capaces de lograr que cuando termine el artículo no recuerde el por qué de este ni de donde partió. Los doctos, son otra clase a estudiar, no voy a dedicar a ello más allá de estas palabras, ni pretendo,  porque estos son aquellos que cuanto más escriben menos se les entiende. Los pesimistas aportan mucha alegría a la vida y a las letras, porque nunca, ni adrede, consiguen eludir que un suceso dramático quede en eso solamente, no pueden evitar, por mucho que lo intenten, que este se convierta en un cataclismo de proporciones universales. ¡Son maravillosos! Lo realmente nefasto de estos es que se creen incapaces de escribir relatos de ciencia ficción ¡Si es lo suyo! ¡Todo en ellos es ficción!
     Los sarcásticos tienen el futuro asegurado, nunca les falta un personajillo que les brinde el jugo de donde extraer la materia prima para crear su penúltimo coctel popular, siempre bendecido por la mayoría silenciosa; jamás timados por los críticos ni la criticas, que manosean el arte del jabón en este eslabón, al que se unen los indecisos y los que no tienen opinión ni propia ni ajena, y que usan como salvavidas de ese eterno barco naufrago que es su vida. Los dramáticos tienen otro sentir, son aquellos que aunque la noticia sea se leve no pueden abstenerse de darle ese tinte exagerado que deja vacio el contenido.
     Son los risueños los que equilibran las noticia, la quitan el amargor, la endulzan el pesimismo, la aliñan de sal fina o gorda (según convenga), le añaden su perejil, su pizca de pimienta, su golpe de vinagre, su bálsamo de aceite, lo justo, lo necesario para que se deslice por allí donde ellos encaminan sus palabras. (Éstos suelen ser los que más trabajan para los partidos políticos, lo usan todo, ese todo es bueno o malo según convenga, y después de leer y releer, y escuchar (que no oír) todo ese manojo de palabras, los sufridos papanatas llegan a la fatídica conclusión de que no han entendido nada, que es lo mismo que se ha dicho).
     Los humildes escriben poco y les leen menos. Los fanáticos no escriben solo vociferan, lo penoso es que ha esos gritos les acompaña una corte de extremistas. A éstos nunca les falta un grupo de salvajes que intenten, mediante la amenaza física y verbal, que sus peroratas lleguen allí donde no llega la razón.
     Como se puede comprender tras estas líneas los escritores sobreviven como la suerte, los hechos, el trabajo, la intuición y el saber les concede los dones. Son todos ellos opinantes de variada índole, sutiles, grandilocuentes, perezosos, atrevidos, son una multitud que habitualmente deben de sentirse orgullosa de tener su referente en otro articulista, maestro para sus intenciones y entendimiento, y guía en su presente.
      Por si esa multitud que preveo no tarde en llegar más que mi vida, me dispongo a cerrar estas líneas con el recelo de que no sea esta noche. Es que esta noche… necesito dormir.
T.S.G. (Aes sin hache)
 

 
4.11.2013.

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