Todos los años,
durante la temporada del estío, se contabilizan en España demasiados incendios
forestales (uno ya sería excesivo) con respecto a otros países comparables a su
idiosincrasia.
Cierto es que en
la última década, en Portugal y en Grecia, se han sucedido grandes desastres
naturales a consecuencia de estos, pero no debemos de fijarnos en lo sucedido
en los países vecinos u otros, si no en la manera de atajar estos sucesos-
¿Cómo se podría poner remedio a este “mal endémico”?
¡Sí! Bajo mi
punto de vista es un mal endémico, un desastre generalmente producido por la
mano del hombre, y no podemos continuar blandiendo unas leyes tan generosas en
castigos contra los pirómanos, pues sus “locuras” incendiarias, conllevan miles
de millones de pérdidas en euros; el mantenimiento de unos parques de bomberos (actualmente
más que necesarios) y guardabosque, se verían probablemente reducidas a la
mitad o utilizadas en otros trabajos beneficiosos para el monte. La desgracia
de cientos de familias que sufren al comprobar cómo sus esfuerzos de años, sus
inversiones en una casa que probablemente fuera destinada a su retiro, o no,
que en cualquier caso puede ese hecho dar igual, pero no así las ilusiones,
recuerdos y formas de vida, puestos en ellas y en esos campos o montes, se
convierten en cenizas sintiéndose prisioneros de aquellos que tras haber
cometido semejante delito se pavonearan de una “hazaña” que con toda seguridad repetirán
en otro lugar con el “beneplácito” del trasnoche jurídico-penal.
Los incendios
naturales se comprenden; un rayo seco u originario de tormenta, una chispa que
en ocasiones produce el mismo medio, un animal (irracional, autóctono o no), el
producto de lo fortuito puede ser incluso más destructivo que la
intencionalidad del hecho en sí, pero, contra la diosa naturaleza hay maneras de
prever en cierta medida lo que puede suceder; más contra las mentes enfermas,
los intereses de las empresas que necesitan de la materia prima que produce un árbol,
fuere de la especie que fuere, para la producción de esta, la quema
incontrolada de campos de labranza como preparación para la plantación de una
nueva cosecha, o los producidos por dañar a un semejante, deberían de ser
castigados, de forma tal, que no quedasen ganas de arriesgarse a cumplir la
condena que se les impusiere, tanto de restricción de libertad como en los
costes por la reparación de gastos y perjuicios, sin concedérseles amnistía alguna
o por falta de solvencia. Si fuere necesario retirar de la ley de enjuiciamiento
lo relativo al sujeto en estas materias, debería de sopesarse.
En tanto estos
delincuentes campan a sus anchas, siendo altamente difícil demostrar los
hechos, cogerlos con las manos en la masa, retener y llevar a juicio, seguirán
siendo uno de los mayores lastres de esta sociedad. Son estos sujetos exterminadores
de especies salvajes, protegidas, de labor, o de corral, de seres humanos, y de
sus bienes, los suyos y los pertenecientes al pueblo. Me reitero, de una manera
simple, pero legible y entendible, con una frase común, “SE VAN DE ROSITAS”.
Yo no soy experto
en el tema, más a quién le corresponda tal, es llegado ya el momento de
trabajar para solventarlo, y sin tardanza, por qué ya comienza a ser tarde.
T.S.G. (Aes sin hache)
9.10.2013.
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