Era su infancia, era esta un mundo repleto de realidades y fantasias divididas, unas veces vencían unas u otras, y en la mitad restante otras o unas. Pero en sus múltiples batallas ambas dos se mezclaban.
Brotaban las historias a borbotones, nacían de la realidad y viajaban por la imaginación sin medida, sin dueño, y volvían a la realidad en forma de fantasía. Cabía una lavadora en el bolsillo de un abrigo, un sol en un copo de nieve, de una lágrima nacía un río, en una sonrisa se abría un cielo azul, y de una risa creaba un universo. Cambiaba sus historias con el poder de la ingenuidad, y esta la bendecía con la niñez.
Solía creer que dentro de su cabeza vivía un armario sin puertas repleto de cajones, y que cuando movía esta de un lado a otro se abría un cajón del mueble, y de él salían las ideas, y nacían los sueños, y que en aquellos cajones se creaban todas las cosas de la vida.
Nunca crezcas mi niña más allá, hacia la realidad, si no eres capaz de crecer con tus sueños.
No te olvides nunca de tu armario sin puertas repleto de cajones.
T.S.G. (aes sin hache)
26.12.2011
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