Hoy no toca política fraudulenta, esta cotidianidad se aparca por Natividad, hoy el “deporte rey” se encarama de nuevo en lo más alto del podio, y se viste del privilegio de la crítica.
Poder disfrutar del fútbol como deporte resulta cada día más complicado; unos años atrás, aún nos cabía la esperanza de acudir a ciertos campos de tierra, donde nos festejábamos de la inocencia deportiva, de un fútbol base, donde la ilusión por el juego era real, sin intermediarios, sin presiones externas, y con la deportividad y los festejos propios del resultado.
El juego raramente resultaba vistoso, pero no era determinante tal hecho, si no un añadido; eran jóvenes niños en jornadas de aprendizaje, se disfrutaba de otros valores, de aquellos que ya raramente se vislumbran en los estadios y campos de las distintas divisiones nacionales y provinciales. La nobleza, el juego por el juego, no era una quimera, hoy sí. Se ficha a una futura “estrella”, de diez años, por cantidades que si no figuran en el contrato solo se debe a la ley del defensor del menor, pero eso no es óbice para que los clubes se las agencien, bordeando las leyes, para mediante “la compra de la familia”, con una generosa oferta de trabajo y una residencia en la ciudad donde resida el equipo (casos Iniesta, y cientos más en el último cuarto de siglo), vean cumplidos sus objetivos.
No trasmito nada que no se sepa desde tiempo atrás, pero se agudiza el asunto cuando los intereses crematísticos se posicionan descaradamente delante de todos los demás valores.
Es necesaria y urgente una nueva ley, una ley más justa para la defensa de unos niños en una edad que si se pierde de vivir como tal nunca se recupera, una nueva ley que castigue con dureza y justicia a todos esos seres sin escrúpulos, que por un diez por ciento, mínimo, son capaces de realizar negocios incluso a consta de la infancia.
De los progenitores se podría escribir largo y tendido, los hay que se sacrifican por complacer a sus hijos y dedican parte de su descanso laboral en dar satisfacción a las ilusiones de sus retoños; otros, en tanto, en ellos dan rienda suelta a sus ilusiones perdidas en la lejana juventud, depositan en sus descendientes toda la presión con el fin de alcanzar una vida fácil a su consta. Maltratan de palabra y obra a sus maestros, a sus entrenadores si no cumplen lo que su fanatismo como padre derrotado en la vida le lleva a querer imponer a estos, sin parase a pensar en que el mejor ejemplo de vida para su hijo debe de comenzar en el hogar, por el mismo, con el respeto, la educación, y aquellos valores de vida que bien se logran desde la base del dialogo, del cariño (amor), y del esfuerzo personal y común, y nunca desde la cuspide de sus fracasos.
Quien tenga la solución y el poder de llevarlo a buen fin ya es tiempo de que se aplique en la tarea, sin más demora, porque por algún sitio se debe de empezar a limpiar el fútbol, y no encuentro otro mejor que desde los cimientos.
T.S.G. (las aes sin hache).
17.12.2011.
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