miércoles, 1 de mayo de 2013

Doña Sofía, reina y madre.


     Comprendo que la labor de su majestad no es baladí, nieta, hija, esposa, madre, abuela, y reina. Saber llevar la carga familiar en lo que corresponde al lugar que ocupa cada persona, por encima de caprichos, libertades propias de la juventud y de los tiempos que marca la vida, requiere una enorme fuerza de voluntad, responsabilidad sobrevenida, un compromiso adquirido con el titulo y la dinastía, y un saber estar en múltiples ocasiones, en que estar es, ya por sí, una desagradable obligación del cargo.
     En estos días convulsos en que se mueve la casa real por razones, no de estado, si no de ansias de poder, de faldas millonarias, y de gentes que nunca soñaron llegar más allá de lo que los demás les valoraran, y que fuera de sus ámbitos eran meros desconocidos, y lo serian más en el transcurso del tiempo. Cuando te conviertes en mediocre en tus quehaceres diarios, y tu intelecto no da más de sí que para la vida fácil y la golfería, y cada uno que coja su vela, arrastra en la caída de su mediocridad instituciones, familia, imagen, y fotografías y haces pública la realidad de tu poca valía e incompetencia, su majestad da lecciones, y demuestra su enfado con el estilo propio de quien sabe que por encima de todos estos avatares se encuentran los intereses de un pueblo que la respeta, y por qué no, también sus intereses por perpetuar la dinastía que al fin y a la postre es su empresa familiar.
     No desanime sus días más de lo necesario, su enfado real, y su real enfado, también lo compartimos la inmensa mayoría de los españoles, que no súbditos, y apoyamos su hacer de tripas corazón en estos momentos.
     Reconocemos su malestar, y la exhortamos a que prevalezca en su sitio, con la cabeza fría en razones de estado, caliente en situaciones familiares, firme frente a los depredadores, y clara y limpia, no sólo en la imagen si no también en la realidad de la corona.
T.S.G. (aes sin hache)
1.5.2013.

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