Comprendo que la
labor de su majestad no es baladí, nieta, hija, esposa, madre, abuela, y reina.
Saber llevar la carga familiar en lo que corresponde al lugar que ocupa cada
persona, por encima de caprichos, libertades propias de la juventud y de los tiempos
que marca la vida, requiere una enorme fuerza de voluntad, responsabilidad
sobrevenida, un compromiso adquirido con el titulo y la dinastía, y un saber
estar en múltiples ocasiones, en que estar es, ya por sí, una desagradable
obligación del cargo.
En estos días
convulsos en que se mueve la casa real por razones, no de estado, si no de
ansias de poder, de faldas millonarias, y de gentes que nunca soñaron llegar
más allá de lo que los demás les valoraran, y que fuera de sus ámbitos eran
meros desconocidos, y lo serian más en el transcurso del tiempo. Cuando te
conviertes en mediocre en tus quehaceres diarios, y tu intelecto no da más de
sí que para la vida fácil y la golfería, y cada uno que coja su vela, arrastra
en la caída de su mediocridad instituciones, familia, imagen, y fotografías y
haces pública la realidad de tu poca valía e incompetencia, su majestad da
lecciones, y demuestra su enfado con el estilo propio de quien sabe que por
encima de todos estos avatares se encuentran los intereses de un pueblo que la
respeta, y por qué no, también sus intereses por perpetuar la dinastía que al
fin y a la postre es su empresa familiar.
No desanime sus
días más de lo necesario, su enfado real, y su real enfado, también lo
compartimos la inmensa mayoría de los españoles, que no súbditos, y apoyamos su
hacer de tripas corazón en estos momentos.
Reconocemos su
malestar, y la exhortamos a que prevalezca en su sitio, con la cabeza fría en
razones de estado, caliente en situaciones familiares, firme frente a los
depredadores, y clara y limpia, no sólo en la imagen si no también en la
realidad de la corona.
T.S.G. (aes sin hache)
1.5.2013.
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