sábado, 11 de mayo de 2013

ALFREDO LANDA. (con mayúsculas).


     Tres Alfredo forman de cierta manera parte de mi vida, dos fallecieron para desgracia nuestra y de las bellas artes, Alfredo Kraus y Alfredo Landa, en tanto el tercero aún continua en la brecha, Alfredo Di Stefano.
     Hoy irremediablemente me refiero a D. Alfredo Landa:
     Conocí a Alfredo Landa en El Círculo de Bellas Artes de Madrid, se encontraba con Manuel Galiana (otro gran actor aún en activo perteneciente a esa generación que se “retira” en silencio), y compartimos unos minutos agradables e impagables. Era Alfredo un hombre capaz de transmitir alegría, humor, risas y sonrisas porque reía en el día a día, le reían los ojos, las manos, y agradecía la vida.
     Tocó todos los palos de los comediantes, teatro, cine, doblador de películas, series y teatro en televisión, etc., sin olvidar que sus registros pasaban del humor al drama, y del hombre rudo al sentimentalismo. En todos los papeles en los que intervino supo estar, y de todos ellos extrajo lo mejor que el guión ofrecía, para satisfacción suya, y nuestra.
     Era un ser doliente cuando la vida le dolía, entrañable, cercano, amante del Dry Martini, de una copa de vino, una cerveza fría, una partida de Mus, un café, y el cariño de la amistad. Era ejemplar con quienes compartía sus películas, ósea, con todos, delante y detrás de la pantalla, sin un no para quienes nos alegró la vida, y sin una pizca de resentimiento ni rencor para aquellos profesionales del adulamiento y la puñalada.



Manuel Galiana, Tomás Serrano y Alfredo Landa en la calle de Alcalá de Madrid.

     Hablé con él, le di las gracias por los ratos de olvido y por los momentos en que silenció mi dolor, y me alegró; Me alegro de haber podido compartir esos instantes.
     Su biografía, y dentro de ella su filmografía, está ahí para quien quiera aprender de ella. No fue divo, y por eso mismo creó escuela; su peculiar forma de actuar saltó de las pantallas cinematográficas al español medio, y con ello llegó el Landismo. Era un hombre culto, osado y decidido, un hombre de “al pan, pan y al vino, vino”, serio cuando era menester, y con la cualidad de saber discernir lo que era su vida familiar de su vida pública.
     Gracias Alfredo, por el ayer, por hoy, y por mañana; tú te quedas con todos nosotros, porque únicamente desaparece tu cuerpo.
     Gracias "navarrico", gracias, mil veces gracias.
     ¡Viva el cine!
T.S.G. (aes sin hache)
10.5.2013

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