sábado, 17 de noviembre de 2012

Yo también soy envidioso.



     No envidio a quienes pasean por las orillas del mar con sus pies descalzos, a quienes disfrutan de esas sensaciones, ni del placer del baile, ni en la cumbre de una montaña; no envidio las horas en la mar, las olas acariciando el cuerpo que se deja llevar, un baño y un río translucido, ni un deslizamiento en la nieve; no envidio al que aporta con su inteligencia novedades que contribuyen a la evolución humana, a su sanidad, a su bienestar, en definitiva, a la mejora de sus condiciones de vida. A aquellos que pueden disfrutar de todo esto y otros dones, no los envidio, pero me hacen soñar.
     La felicidad de otros no es causa de descontento, no tengo todo lo que deseo, pero tengo más de lo que necesito.
     Eso no me quita para que sea un envidioso, envidio al genio de la palabra, a aquel que dispone de la frase justa en el momento apropiado, al que disfruta del don de la oportunidad y la aprovecha, al ingenio con humor.
     Espejos existen en la vida donde mirarse, un racimo de ellos como ejemplo: Groucho Marx, Miguel Gila, Luis Sánchez Polack “Tip”, Francisco de Quevedo, George Bernard Shaw, Antonio Fraguas “Forges”, Tristan Bernard. Lo escrito, un racimo de uvas de distintas viñas. ¡Pero de que añadas!
T.S.G. (aes sin hache)
17.11.2012.

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