No es una exageración, aún no hace muchos años en que se valoraba tanto
o más la palabra de un ser humano, un apretón de manos, que un contrato
firmado. No existía mejor aval que la honradez y el cumplimiento.
Eran los tiempos en que los banqueros se
conformaban con poseer tan sólo todos los bienes que circulaban por el país, que
medraban, en las altas esferas franquistas, por las migajas que el estado repartía
de un mísero banquete. En una nación que resurgía a la esperanza, los banqueros
y especuladores, esperaban agazapados tras su escaparate el momento propicio, ofreciendo
pingües intereses, y cobrando hasta un 20 y 22% por los préstamos concedidos; esto
no fue óbice para que con un supremo sacrificio económico, las familias
españolas salieran adelante, porque el trabajo ya no era un lastre por ausencia,
la sangría emigrante, amén de aportar divisas y con ellas un respiro a las
pobres arcas del estado, a los vacios bolsillos del pueblo, en los que apenas
tintineaban unas pocas monedas, procuró trabajo.
Esto sucedía en
aquellos tiempos.
Apareció ahorcado, en Granada, ahorcado. Según
la policía una hora había transcurrido, una hora cuando se presentaron no a
levantar el cadáver, si no a desahuciarle, pero llegaron tarde, tan tarde, que
no pudieron echarle de SU CASA. No llegaron a ejecutar el ordenamiento judicial
a petición de la entidad bancaria de turno. Lo mataron y se mató. ¿Dónde está
la justicia? ¿Quién consiente la usura bancaria? Mientras el gobierno se dedica
a rescatar a la banca de sus menguados beneficios, la banca desahucia al
pueblo. ¿Para cuándo la dación en pago?
Cuando a un pueblo se le ahoga con impuestos
de guerra en tiempos de paz. Cuando se vulneran los derechos conseguidos, con
el esfuerzo de años, con despotismo en beneficio de “no se sabe que intereses”.
Cuando se gobierna pensando más en los intereses del partido de hoy y mañana,
de perpetuarse en las poltronas sean cuales fueren, diestras o siniestras, que
en aquellos que los eligieron confiando en su buen juicio y gobierno, no se
construye un futuro, más bien se destruye el presente.
La reducción de
inversión en sanidad es la muerte cercana, la educación que se niega hoy es el empobrecimiento
y la muerte de las próximas generaciones, y los recortes en la investigación es
regresar a la muerte de ayer. ¿Queda cordura o también la han recortado?
Como sabemos que
lo único cierto de la vida es la muerte, muramos con el orgullo alzado, siempre
es mejor morir de pie que vivir de rodillas, que te venzan no significa que te
humillen, y como ejemplo las palabras que le dedicó en el paraninfo, durante los
fastos del Día de la Raza el 12 de octubre de 1936, el rector por entonces de
la Universidad de Salamanca D. Miguel de Unamuno al General Millán -Astray cuando éste le espetó “¡Muera la intelectualidad traidora! ¡Viva la muerte!” Así habló D. Miguel: “¡Éste
es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote! Vosotros estáis
profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el
proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, porque tenéis sobrada
fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y
para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me
parece inútil pedíos que penséis en España. He dicho”.
No podemos volver
atrás. No debemos volver atrás. No merecemos morir por saciedad incontrolada de
unos pocos, aquellos que no figuran en las listas de los multimillonarios y que
presumo, que jamás sabremos quienes son, pero que controlan la vida durante su
vida, y que nos lleva a pensar que octubre es un mal mes para morir…
T.S.G.
1.11.2012
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