Ya me gustaría a
mí no tener que hablar de los desmanes que se producen en las universidades
españolas por causas en mayor parte ajenas a estas.
La crisis
financiera, que llega a todos los estamentos, se está adueñando de la enseñanza
con el beneplácito del gobierno y su más fiel adlátere, el ministro José
Ignacio Wert.
Parece ser que la educación de nuestros
estudiantes no es primordial para el estado, me refiero a que se premia el déficit
de un club de fútbol con moratorias, y otras prebendas, y se castiga con las restricciones
económicas a las universidades. Los clubs de fútbol de primera división deben a
la hacienda pública un montante superior a los setecientos
millones de euros. Para que se hagan una idea, el club Atlético de Madrid
debe tanto como la Complutense, y mientras el susodicho club dispone de apoyos
y beneplácitos de los distintos estamentos, la universidad recibe sistemáticamente
recortes en material, profesorado, personal cualificado para la labor a
desarrollar en una más que precaria intendencia, subidas de tasas que traspasa
los límites a los que una familia, de clase media (que tiende a desaparecer),
no puede hacer frente por más que lo intente, claro está debido, a la situación
tan precaria por la que atraviesa el país, ósea, el pueblo
La Universidad
Complutense, cuyo rector actual es D. José
Carrillo, lleva solicitando y proponiendo distintas medidas que llevadas a cabo
por la autoridad pertinente, permitiría que la labor educativa saliera
adelante, no sin dejarse en el camino un bagaje importante en todos los
niveles, pero recuperables en los años que escampe, nunca duro una pertinaz
tormenta más que los días. Cierto es que mientras tanto no lloverá a gusto de
todos, pero también es cierto que la calma llegará, y volverá a brillar el sol,
eso sí se han tomado las medidas adecuadas para que ello llegue a suceder.
En el día de ayer
la universidad, y los universitarios, tomaron las calles en plan pacifico, y
dando una lección de comportamiento a todo el estado, impartieron los distintos
catedráticos y enseñantes-educadores, sus lecciones en un aula cuyo techo fue
el cielo, su silla el suelo, su pupitre sus piernas, y su bienestar para el
desarrollo adecuado de el evento, unas ráfagas de viento frío del otoño
madrileño, bajo el manto de las nubes.
Una clase
magistral. Gracias gentes del futuro, creo en vosotros.
T.S.G. (aes sin hache)
29.11.2012.