El cine siempre ha estado rodeado de críticos
que hicieron arte del séptimo arte, y con este, el medio por el que vivir sin
dar un palo al agua, mejor aún, dieron un palo al agua y encontraron el tesoro
de Moctezuma.
No deseo con esto
menospreciar la labor que algunos cinéfilos, amantes realmente del celuloide, realizan,
si no de esos que tras visionar por primera vez una película la tachan de obra
maestra.
Por estos días una obra maestra sin
discusión, me refiero a Casablanca, cumple setenta años de su creación, setenta
años en los que se ha ganado la valoración de obra maestra a base de ser una película
fresca, actual, con una gran dirección (Michael Curtiz), una interpretación
genial de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, unos actores secundarios de lujo,
una música que traspasa las décadas como un velo de tul que permite atravesar
por él la eterna luz (Max Steiner); J.J. Epstein, P.G. Epstein, H. Koch, C. Robinson, realizaron
una labor envidiable en la adaptación de la obra de teatro “Everybody comes to
Rick´s”, un excelente guión, hoy vivo, y quién sabe si eterno.
El dilema de elegir entre el camino “correcto”
y sus intereses, le lleva al protagonista a pactar ahora con unos y mañana con
otros, con el diablo si hiciere falta, si fuera preciso. Debatirse entre
amigos-enemigos, entre el amor y el deber, entre el ayer y el hoy, en cualquier
tiempo siempre resulta difícil, y además las imprevistas circunstancias.
Vuelvo a los críticos: ¿Cómo pueden? ¿Con qué
criterio otorgan la valoración de obra maestra? ¿Se venden a las compañías distribuidoras,
a los intereses crematísticos con tanta facilidad como parece? ¿O piensan que
la obra maestra debe de durar únicamente hasta la siguiente película?
¡Por cierto! ¿Cuántos de ustedes-vosotros
han apreciado el montaje, los efectos, y los trucos de filmación, y la
maravilla de ese blanco y negro?
T.S.G.
(aes sin hache)
27.11.2012.