Ardua tarea es esta de comprobar que los
tiempos cambian y la vida no se detiene a recoger a los rezagados.
La vida se acelera a medida que se
aceleran los años; es penoso que tras las vicisitudes sufridas, las inquietudes
vencidas, y las luchas del día a día, cuando crees finiquitada tu enseñanza y
abrazarte al ocio y al asueto, te encuentras con que ya no estás preparado para
la clase de vida que recibe tus últimos años. La tecnología te adelanta por
derecha e izquierda, o simplemente te atropella.
Cuando los aniversarios cambian de
albricias a silencios, de alborotos a soledades, de compartir a ausencias,
cuando más necesitas del trato humano, de la mano tendida, te encuentras con
que la única mano que te tienden es la de esa persona que pagas para que te
surta de compañía y paseo.
Todo camina tan raudo que la pausa para el
recuerdo se queda en pausa para apreciar la nebulosa en que se convierte un
pasado que aparece fugaz, un presente al que te aferras, en la mayoría de los
casos, por inercia, y un futuro del que una inmensidad huye de pensar.
Aunque las jornadas se te presenten con la
virtud del descanso, de la vida eterna, cuando así sucede, es cuando lo que más
quisieras poseer es la eternidad de la vida.
T.S.G.
tmsg1953 @gmail.com
3.4.2015.
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