domingo, 22 de junio de 2014

Adular o alagar.


     “Cesar, recuerda que eres mortal” repetía el lacayo que marchaba detrás del emperador.
     Ese era su cometido, para ello vivía, y en ello moría. Cuantos seres de este mundo se creen inmortales, piensan todos ellos que son el centro del universo, se sienten por encima del bien y del mal y capaces de otorgar o relegar favores y prebendas.
     En la mayoría de las ocasiones se comienza por no saber discernir entre adular o alagar, y en tanto nos dicen lo que queremos oír, consiguen hacernos pasar de héroes a villanos o viceversa.
     “Vallamos por  partes” que diría Jack “El destripador”: Las personas no mienten continuamente, simplemente ejercen de políticos, banqueros y otras raleas, o sea, entienden que la palabra dada, o las promesas que emergen de sus bocas están para no ser cumplidas. No es que mientan, no, es que decir la verdad les genera un acto de contrición al que no sienten vinculados, es tal el grado de incumplimiento, que una verdad daña una imagen. Naturalmente habría que valorar que imagen.
     Esta es la sociedad en que sobrevivimos, una sociedad plagada de intereses, repleta de vanidades, y colmada de seres que de la adulación han forjado su modo de existir y figurar, de formar parte activa de una élite decadente y al día de hoy previsible en su vanidad.
T.S.G.


 22.6.2014. 

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