domingo, 22 de septiembre de 2013

Madrid. En corto y por derecho.


     Cuando a un amante de esta ciudad le hablan de Madrid siente un placer que le alegra los sentidos. Madrid de suelo, Madrid de cielo, de agua de fuentes y rascacielos, que más que rascar los cielos enjuga las lágrimas que traen las nubes, en tanto, señorea los vestigios que la historia plasmó en sus ilustres monumentos. Es esta una Villa con duende, donde dormita la historia, hablan los rincones y callejas, se visten las plazuelas en fiesta, se engalana de piropos, y se perfuma con los olores de los platos que nacen en sus fogones, vibra con las algarabías que emergen de sus tabernas, se pasean por las arterias de su corazón y respira la paz en el pulmón de los Jardines del Buen Retiro.
     Pausa de reyes, cuna de salón, baile de nobleza, paseos de intriga palaciega, sombras para juegos de damas, son los jardines de la esperanza. Desde que Felipe II la designara como capital de los reinos de España, no denigró en su nobleza a monarca ni vasallo, nunca hubo español extraño, ni extranjero que se doliese de su trato. De la mano de Felipe IV y su válido el Conde Duque de Olivares, comenzaron las obras en 1630 hablamos del Palacio y los Jardines del Buen Retiro, que hasta ser cedidos al pueblo de Madrid en 1868 (Primera República) fue el singular despacho de los reinos, y después, esencia de la Villa y Corte.
Niñeras y barquilleros.
Paseantes de suspiro.
Almas de a pie y de tiro.
Mil vigilantes de Eros.
Picaros, hurtadineros.
“Jardines del Buen Retiro”.
Jardín de Madrid entero.
T.S.G. (Aes sin hache)
22.9.2013.

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