Concurren
situaciones que por sabidas no dejan de ser incoherentes.
España entró en
la Comunidad Económica Europea hace casi tres décadas. En los primeros años
Europa contribuyó de manera más que satisfactoria al relanzamiento de España
(tras los planes de desarrollo de los años sesenta) hacia un puesto donde por
historia era menor de lo que merecía, y que por hechos aún recientes, se mostraron
tan reticentes, que un logro de índole sin igual nos parecía a todos.
Los avances en
tecnología, infraestructuras, y derechos sociales, fueron de tal calado, que
apenas nos dimos cuenta del pago que realizamos por estos.
Nuestras
carreteras, mejoras aeroportuarias, tren de alta velocidad (Hoy la primera red
de alta velocidad a nivel mundial), etc., alcanzaron gran relieve; las
subvenciones agrícolas, de pesca, y ganadera, repartieron tantos bienes como
restricciones en su habita; el medio ambiente padeció altibajos, la industria debió
de adaptarse a los tiempos y el costó resultó demasiado caro en puestos de
trabajo y bienestar.
Fueron años de
bonanza y de incertidumbre. El pueblo demostró estar dispuesto al sacrificio
por un bien venidero que apenas se vislumbraba, pero que a pesar de ello
seguimos adelante. Entonces teníamos una ilusión desmedida en el futuro, eso
era entonces, hoy no se ve el futuro.
Nunca el paro fue
tan alto, nunca Europa nos exigió tanto, nunca padecimos tantos recortes económicos,
ni la sanidad pública vimos tan en peligro de desaparecer, ni la educación para
todos tan lejana, ni políticos tan ineptos, tan golfos, tan LADRONES, ni
debimos de bajar la cabeza tanto ante las leyes injustas, ante el apoyo a la
corrupción, ni ante el poder económico. ¡NUNCA! Ni en los tiempos franquistas.
Aquellos
dolorosos años de injusticia por ideologías, aún fueron más ilusionantes que
estos. Miramos hacia atrás con pena por lo que tuvimos, y eso no es bueno, no
avanzar no es bueno, que la banca este saneada lo es, pero que la banca no esté
apoyando al pueblo, no es bueno.
Ver que la
necesidad regresa al hogar, no es bueno; sentir que una enfermedad a destiempo
te lleva a la mendicidad, no es bueno, y comprobar que quienes tienen que
salvaguardarnos de todos estos males no miran al pueblo más que en tiempos de
elecciones, multiplicando sus mentiras más que el vino en las bodas de Cana. ¿Es
la injuria lo que más duele a este pueblo? Quizá sí, no soporta los agravios ni
los ultrajes, la injusticia y la sinrazón, que al cabo y al fin son todos de la
misma familia, pero este pueblo soporta menos a quiénes vejan su orgullo, y ese
que nos mata, es el mismo que hunde a quienes menosprecian sus valores, su
entereza, y la verdad.
Tenemos campos
suficientes para alimentar a este pueblo, ganado y pesca para complementar una
buena dieta, unos vergeles que son la envidia de medio mundo, unas huertas
envidia del otro medio, un carácter abierto, una luz que alimenta los sentidos,
paisajes que deslumbran, alturas y llanos, paramos, y playas a miles, solo
faltan políticos preparados, y reitero, trabajadores, justos, y horados. Esa es
nuestra mayor carencia hoy.
Si debemos mucho
a Europa, pero ella nos debe tanto o más a nosotros. No caigamos en la trampa
de convertirnos en una nación de servicios, necesitamos la tecnología, pero tened
en cuenta que la tecnología sin pan no sobrevive, pero el pan se puede comer
sin tecnología.
T.S.G. (Aes sin hache)
25.9.2013.
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