La historia va
por un lado y la actualidad por otro, pero tienden a encontrarse, siempre de
maneras poco gratas, y con el agravante de que, sea por la causa que fuere, o
cedemos, o dejamos hacer, o miramos hacia otro sitio. Si no lo hacemos somos
culpables, no sabemos de qué,
pero en cualquier caso, somos y fuimos nosotros indiscutiblemente, los que iniciamos un nuevo conflicto. En 1713, el 13 de julio, se firmó el tratado de Utrecht, le llamaron el tratado de la paz y de la
amistad (peace and friendship); en aquellos momentos nadie podía suponer que el
nombre del tratado no se iba a utilizar ni el tiempo que se necesitó para
olvidarlo.
pero en cualquier caso, somos y fuimos nosotros indiscutiblemente, los que iniciamos un nuevo conflicto. En 1713, el 13 de julio, se firmó el tratado de Utrecht, le llamaron el tratado de la paz y de la
amistad (peace and friendship); en aquellos momentos nadie podía suponer que el
nombre del tratado no se iba a utilizar ni el tiempo que se necesitó para
olvidarlo.
El tratado,
firmado por la reina Ana de Inglaterra y Felipe V, entre otros muchos acuerdos deja
bien claro que Gibraltar pertenecería a Inglaterra o a España, pero que en
ningún caso sería país propio, ni subsistiría bajo dominio de otra nación que
no fueren las susodichas; en el caso de que Inglaterra no cumpliere con lo establecido
perdería el dominio del Peñón.
Este fue el
principio del fin del imperio español. Siempre los ingleses, por hache o por
be, desde entonces, hicieron y deshicieron a su antojo, hasta que el 21 de
octubre de 1805 se presentó la ocasión más propicia, hasta el día de hoy, para recuperar
la roca.
Los planes de
Napoleón pasaban por conquistar Gran Bretaña, y para ello forzó a España a una
alianza con Francia que no nos interesaba, con el fin de acabar con la
supremacía naval de los británicos, y se pudo conseguir, pero, siempre existe
un pero. Napoleón que había planificado perfectamente la estrategia entregó el
mando al almirante Villeneuve que se encuentra con la flota británica frente a
Finisterre el 20 de agosto, y este con todas las ventajas a favor en viento y
posición, le entra un ataque de pánico y huye a refugiarse a la bahía de Cádiz donde
se halla el grueso de la armada española. Habiéndola pifiado en la costa
galaica y conociendo que sería destituido del mando nada más llegare a presencia
del Sire, toma la iniciativa, desoyendo los consejos del almirante Gravina, que
a su vez había sido obligado por el gobierno español ha ponerse a las órdenes
de Villeneuve.
Volvió a
equivocarse el almirante francés, ofuscado y temeroso de lo que le espera a su
regreso se lanza en pos del almirante Nelson que aún muriendo a consecuencia de
las heridas recibidas durante el desarrollo de la batalla sobrevive lo
suficiente para enterarse de la victoria que culmina el almirante Collingwood.
El Almirante
Gravina falleció al igual que Nelson pero sumido en el penar de la derrota.
Murieron Churruca, Alcalá Galiano y Cayetano Valdés entre otros grandes marinos
reclamados por la historia.
La batalla de
Trafalgar fue la última gran ocasión de recuperar Gibraltar. Todo lo acaecido con
posterioridad se debió a la desidia de los distintos gobiernos, a las tropelías
de hechos consumados, y a la buena fe que nos persigue... en algunas ocasiones.
Como consecuencia de una plaga que se cebó con los habitantes del Peñón, y con
el propósito de aislar a los afectados para evitar posteriores contagios, les permitimos que trasladaran
al istmo ha aquellos que debían de mantener en cuarentena; así lo hicieron, y así se lo quedaron. ¿Se puso
remedio a la situación? No. Por motivos bélicos y estratégicos, pretextando la necesidad de un aeropuerto,
sin encomendarse ni a dios ni al diablo, en plena guerra mundial (1942), dan comienzo
las obras que culminan con la inauguración de este en 1949. Ninguna protesta por parte
del régimen franquista. Esos que luego fueron más papistas que el papa, se
envainaron... también la lengua, los actos, y volvimos a consentir otra tropelía más.
El tratado de Utrecht no permite a Gibraltar poseer aguas territoriales, que son por derecho propio del Reino de España. Y en ellas hacen lo que les da la real gana (últimamente lanzan bloques de cemento a la mar con el fin de entorpecer y acabar con la pesca de bajura en la zona), ganan terreno a al mar en el istmo anexionando por medio de miles de toneladas de arena que "les llevamos" de las dunas que se forman en los terrenos que tienden a quedarse desérticos junto a las playas de Tarifa).
El tratado de Utrecht no permite a Gibraltar poseer aguas territoriales, que son por derecho propio del Reino de España. Y en ellas hacen lo que les da la real gana (últimamente lanzan bloques de cemento a la mar con el fin de entorpecer y acabar con la pesca de bajura en la zona), ganan terreno a al mar en el istmo anexionando por medio de miles de toneladas de arena que "les llevamos" de las dunas que se forman en los terrenos que tienden a quedarse desérticos junto a las playas de Tarifa).
Hoy en día
Gibraltar es un paraíso fiscal, e ilegal, que el Fondo Monetario Internacional
y la Unión Europea permiten contraviniendo las leyes monetarias
internacionales. Hacen la vista gorda, o lo que es lo mismo, son como los simios
del peñón, se tapan los ojos, se tapan los oídos y se tapan la boca.
En Gibraltar, en su registro mercantil, figuran más empresas dadas de alta que habitantes tiene la ciudadela; esto da idea del enorme fraude fiscal que
representa este seudo protectorado a caballo entre la ilegalidad y el
bandolerismo.
Así es el Peñón
hoy, un nido de gentuza, un paraíso de delincuentes, y una puerta a Europa
donde los británicos permiten lo que la Cámara castiga.
Ni esta generación,
ni la que viene, ni la siguiente, ni la de más allá, vera solucionada esta situación, se
prolongará en el tiempo, y a pesar de lo injusto, volverá, como El Almendro, pero
en temporada de estío.
T.S.G. (Aes sin hache)
9.8.2013.
magnífica explicación
ResponderEliminarQue sea de tu agrado es un estimulo más. T. Serrano.
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