No son tiempos
muy benévolos para la clase política, pero son los tiempos que esta se ha ganado
a pulso. Esas decisiones a favor del capital, ese afán por salvar la banca a
costa de las privaciones y las restricciones económico-familiares; esos
recortes salvajes en sanidad, educación, investigación; esos pasos en pos del abrazo
con el poder, esa degradación de los derechos adquiridos tras años de
negociaciones y siglos de esclavitud de la clase obrera, ese querer llevar al
pueblo al trabajo mal retribuido, a la indecencia de un salario de subsistencia
o de muerte, ese es el fin, esa parece ser la única meta de una derecha que no
se conforma con el poder, si no que en su más profundo sentimiento encuentra el ansia de volver a los tiempos de
la autocracia.
Esos son sus
poderes, sus programas electorales ocultos, los auténticos, los que silenciaron en una campaña
de mentiras y apropios. Estas son sus enseñas y su pérfida bandera.
Más esto no quita que en las quejas de la
clase política, por los acosos recibidos en sus domicilios particulares, les
otorguen razón. Nunca, bajo ningún concepto, se debe incurrir en la bajeza de
menospreciar, insultar, profanar el hogar de persona alguna, cualquiera que
fuere, y saber diligenciar los asuntos que correspondan en los despachos que se
hallen habilitados para tales funciones. La familia debe de estar siempre por
encima de los cargos políticos que en cada momento ostenten esta clase de “fulanos/as”,
militen en el partido político que militen, o actúen bajo las órdenes del sumo “pontífice”
patronal u obedeciendo a los impulsos que su mediocridad les dicte. “Dios los
crea y ellos se…enriquecen”.
T.S.G.
(aes sin hache)
13.4.2013.
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