Lo mejor de una
democracia es que se puede elegir al “mandamás” cada cuatro años, lo peor es
que el mandamás de turno sea un dictador de mayoría absoluta.
Una mayoría absoluta
concede el beneficio a los congresistas de aprobar en el parlamento las
propuestas de ley que consideren ajustadas a derecho, convenientes para el
pueblo al que representan, siendo estas lo menos gravosas posibles y útiles
para la sociedad, así debería de ser siempre, pero un dictador demócrata,
convierte los beneficios en su beneficio, su poder de decisión en su capricho,
y a sus electores en sus esclavos, esclavos de sus decisiones incoherentes, de
un gobierno de yo y después más yo, de un autoritarismo desmedido de órdenes,
no propuestas, sin pies ni cabeza, sin atender a razones, y sin razones para
mantener estas.
¿Una democracia
puede convertirse en una dictadura parlamentaria? Mi respuesta es que sí, y
para que esto no llegue a suceder es necesario no dormirse nunca en los
laureles, saber que la libertad se gana todos los días y cada uno de estos se
defiende, se defiende siendo vigilante con nuestros representantes, y recordándoles
en todo momento, que el pueblo los pone, y el pueblo los quita.
¿Se olvidan de su
juramento o promesa? ¡Sí! Se olvidan con una facilidad tremenda, cuando se ven
en el “sillón de sus entretelas, su despachito oficial”, que rezaba la copla,
el digo y el Diego es común a todos ellos, y no hago excepciones, porque
existen hoy en día más garbanzos negros en este cocido de los que jamás
recuerda mi memoria, y mi memoria vivió veintiún años en la dictadura militar
del general Franco, y desde entonces, valoro más, que alguien sea sincero
conmigo, que no “franco”.
No nos olvidemos
nunca lo vivido hasta conseguir el mal menor que es nuestra democracia, y nunca
penséis que pase lo que pase no nos podrán quitar lo bailado, porque si así les
parece, nos lo quitan.
T.S.G. (aes sin hache)
21.1.2013.
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