miércoles, 16 de septiembre de 2015

Taurinos y antitaurinos.


     Existe una pregunta que me ronda desde hace algún tiempo:
     ¿Quién o quiénes financian a los antitaurinos, y  cuales son las autenticas razones de este interés.
     Cuando el toro no se críe para lo que es hoy por hoy su destino, ¿quién mantendrá la dehesa y la cría de este bóvido milenario? ¿Quién dará trabajo a las cien mil personas, aproximadamente, cien mil familias que se van al paro o ven sensiblemente mermados sus ingresos?
     Olvidémonos por unos momentos de las tradiciones y pensemos en estos menesteres:
     Ganaderos, mayorales, peones, labriegos, veterinarios, transportistas, taquilleros, areneros, sastres, maestros artesanos especializados en utensilios destinados al arte del toreo (banderillas, muletas, capotes, varas de picar, vestimenta para los caballos, etc.), mulilleros, monosabios, imprentas especializadas en el medio, publicidad en medios de comunicación (prensa, radio, televisión, etc.), periodistas de información, críticos, etc.. 
     Ganaderías equinas, campos cultivados a propósito o no para la alimentación de las reses, el sentido que da el mantenimiento de los cabestros, mulillas, caballos destinados para la suerte de varas en las distintas plazas.
     Si en Francia, cuna de la igualdad, y la revolución moderna pueden convivir taurinos y antitaurinos con una ley que impone razones más que suficientes para la “convivencia” de todos, incluidos los sin razón, ¿por qué este empecinamiento en acabar con un arte milenario?
     Antepongo todas estas razones a las estrictamente lúdicas, los festejos de los pueblos y sus tradiciones, más no renuncio a la historia, que con todos sus devaneos, ha sido capaz de crear esta nación de la que tantos renuncian, critican, y aborrecen, sin tener en valor que estas son sus raíces; en estas nacieron, sufrieron, lucharon, vivieron y rieron, y murieron, y de estas raíces, con todos sus males, parten sus presentes, tu presente, ese contra el que te revelas, ese que siempre es mejorable, pero del que jamás es aconsejable renunciar, porque es cierto, que quién renuncia a su pasado, a sus ancestros, deja vacía la principal vasija de su existencia.  
    Y cuando la especie desaparezca, que así será, ¿quién los habrá matado? ¿Los taurinos de hoy, o aquellos que por "defenderlos de la barbarie" les condenaron al ostracismo y a "Erase una vez en que existió un animal de hermosa cornamenta que...".

T.S.G.

16.9.2015. 

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