
Hoy el cine se
encuentra en un momento de transición debido a la crisis económica que golpea en
todos y cada uno los sectores, y este, en concreto, no iba a ser menos; la
verdad es que rara vez, aquellos que viven, o sobreviven, del cine en
cualquiera de sus vertientes, no han expresado sus quejas por el rumbo que
tomaba el séptimo arte, y que cada año que transcurría, según su sentir, era
peor que el anterior. El cine español, en esta ocasión, está sufriendo los
mismos avatares por los que caminan otras ramas de la cultura, recortes en las
subvenciones, menos medios logísticos y técnicos, y el cada vez más escaso
apoyo de las grandes empresas y productoras del medio, que esperan un momento
más propicio para invertir en un divertimento que hoy por hoy no les resulta lo
suficientemente atractivo por el riesgo económico que representa, pues dejando
aparte, las pasiones que en cada cual genera, en la aventura por la aventura,
se significa escasa la rentabilidad que obtienen.
La espectacular
bajada de asistencia de espectadores a las salas cinematográficas, la reconversión
de estas en salas preparadas para grandes eventos musicales, aprovecho de los
locales para empresas de venta de moda textil y complementos varios, y otros
menesteres, están dejando despobladas las capitales de provincia y la estatal
de un bien que aún tiene cabida en la sociedad actual si se sabe esperar
mejores días sin pretensiones de atravesar este trecho con más allá que el
mantenimiento del personal y la sala, con un equilibrio presupuestario donde
los ingresos y gastos reflejen un balance cero. Si dejan de ser rentables las
salas de cine no es única y exclusivamente por las cadenas de distribución y la
pésima programación de estas, si no por también los precios abusivos de las
entradas, y por una más que mala gestión administrativa. Esto también es
cierto.
Las películas en
si son cada vez, a pesar de los avances tecnológicos, de peor calidad, no de
medios, si no que se nota la carencia de grandes guionistas, de dar al cine lo
que este demanda amen de las películas de bajo coste, que no es otra cosa que una
alegría, un mucho de humor y esperanza en mejores tiempos, pues para dramas,
muerte, terror, mentiras, desengaños, y ciencia ficción basta con encender la
televisión en cualquiera de los informativos para sentir la autentica y cruda
realidad. Eso es lo que no busca el espectador de cine, eso ya lo tiene, y
gratis.

¿Cuántos grandes,
y no tan grandes honores, se concede a una película de risa? Prácticamente
ninguna, siempre es sumamente más sencillo hacer llorar que hacer reír, basta
con que entre un desalmado en una habitación con un arma, mate o hiera
gravemente a una persona indefensa, y si es un niño mejor, para que nos
acongoje y nos retuerza las tripas, pero ¿Cómo ha de ser el chiste para que nos
cause autentica hilaridad? ¡Ah amigo! Eso no se consigue con facilidad. Y luego
el merito esta en lo bien que sabe el actor llorar, y cuanto lloré, ¡Es que me
lo creí! Dicen. Ya encontraste la gran dificultad que entraña el cine, que te
hagan reír y que te lo creas.
El otro gran mal
del cine son los críticos y la publicidad engañosa. Los críticos, y ellos
sabrán por qué, y nosotros imaginamos, que tras una primera visión, y en
ocasiones ni eso, la catalogan de obra maestra, yo dudo de que sepan lo que es
una obra maestra en cine, bajo mi opinión tras más de quince mil películas
vistas a lo largo de mi vida a través de todos los medios, una obra maestra de
momento tiene que resistir el tiempo, y tras décadas de su estreno seguir viva,
fresca, visionable, y solo entonces se podrá comenzar a hablar de obra maestra.
Luego los gustos van por barrio, pero la publicidad pagada por las productoras para
que los medios más influyentes quieran convencerte de sus bondades, es un mal
endémico que se ha apoderado de las carteleras, así como la indicación de que el
productor produjo tal o cual película de éxito, y de igual manera ocurre con la
música, actores, directores, etc.; pienso que si realmente eres bueno y
realizaste una interpretación acorde con tu sapiencia interpretativa, o en el
puesto en que debas de cumplir tu trabajo en cualquiera que sea el medio en que
labores, se te reconocerá, sólo aquellos que necesitan de estos apoyos, son en
la forma, y posiblemente en el fondo, mediocres eternos especialistas a medio
hacer.
Dos hervores
necesitan hoy los trabajadores del cine, una para que comprendan la realidad de
su profesión y vuelvan a poner los pies en el suelo, y otro para dar al San
Paganini lo que merece por su entrada y desea, y no lo que ellos quieran para
sí, para sus pequeñas glorias y sus múltiples egos. Si no lo hacen de esta
manera ya pueden ir apeándose de este burro.
T.S.G. (aes sin hache)
10.6.2013.

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