Jorge Mario Bergoglio,
Francisco I desde el día de ayer, es el sumo pontífice de la iglesia católica.
Cuentan de él que es un hombre sencillo, humilde, y apegado al pueblo, nacido en
Buenos Aires (Argentina) el 17 de diciembre de 1936, hasta aquí su procedencia,
a partir de aquí como él mismo dijo a los cardenales presentes en la cena de
ayer en su despedida nocturna, “que Dios les perdone por lo que han hecho”.
Llegó tarde, o quién
sabe si en el momento justo, al sacerdocio, a los treinta y tres años de edad,
más su carrera eclesiástica desde ese instante fue fulgurante, de pasos largos
sin premuras y raudos en la paciencia.
Desde este
singular blog, quien lo escribe, considera a Francisco I un papa de transito,
con demasiada edad para afrontar unos cambios que requieren de tiempo, y una
sencillez que, a la par que le ilumina como persona, le viste de presa fácil para
tanto tiburón que cohabita en ese aquaríum.
Juan XXIII es un
referente al que asomarse, escasos años de papado, pero en ellos consiguió reformar
la iglesia católica con el Concilio Vaticano II. Era un bonachón con el que se
equivocaron los que pensaron de él que sería un inmovilista; espero y deseo, que con
Francisco I suceda lo mismo, quizá no logre realizar un nuevo concilio, pero al
menos sí ponga orden en el banco y la curia vaticana.
A este bonaerense
se le complica la existencia en nombre de Dios, la familia se le amplía ¿Para
peor? Las dificultades se le multiplican, los pequeños placeres de los que se
alimentaba (el fútbol, San Lorenzo de Almagro es su club, el tango, y la
lectura de Dostoievski) ocuparán un plano más que secundario, y los intereses
creados acapararán, junto a la expansión del catolicismo, la mayoría de sus
horas. Indudablemente recibirá ataques de todos aquellos que le reprochan, con razón, su
aquiescencia en múltiples ocasiones con las dictaduras militares en su país, así como recibirá
olvidos y perdones por otros muchos, sólo espero, que desde ese puesto que ostenta,
no permita ni una muerte más, por ordenes o a manos, de quienes se creen
salvadores de patrias, ni una humillación nunca, jamás, de ningún ser humano,
porte la identidad que porte.
Esta mañana escuché a un
argentino decir (bien sabido es que la chirigota viaja más rápido que la propia
noticia): "Hoy Argentina tiene un Dios, Maradona, un diablo, Cristina, un
papa, Francisco I, pero que lo que no tiene es ni una virgen". Agraciados los que
sobreviven con el humor porque él es el mejor pan de cada día.
T.S.G. (aes sin hache)
14.3.2013.
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