Residuos de otoño en
primavera.
La Villa y
Corte, a pesar de los maltratos que recibe, sigue siendo una ciudad
amable y paseable; ella es ese rincón donde regresan los sentidos, donde se
filtra un burbujeo bajo la piel que impregna de emociones. Mi ciudad, envuelta
en los suspiros de esta extraña perpetua compañera que es la primavera de Madrid.
Los parques embellecidos con los dones de
la naturaleza lucían sus alfombras ayer vestidas de ocres y sus múltiples tonos
del verde al amarillo, en tanto hoy, degusté las florecientes rosas de una rosaleda que
resplandecía entregaba a borbotones la vida, dejando en la retina de los nostálgicos,
entrever aún, su abundancia en tallos secos y su penúltima floración.Las calles vestían de sombras las aceras, servían de paseo y de aperitivo, de ese mediodía tierno y abrazador de los muchos veladores que no se guardan de unos cálidos rayos de sol y de luz.
Es un ensueño esta primavera de otoño, un
tiempo a cambiar reciente por la cantidad de aves que cruzaban antaño ese azul que
llamamos cielo, de noreste a suroeste y que ahora regresan, como regresa la vida.
Esa fue la señal que marco en mí recuerdos de los ansiados destellos que proporciona el nacimiento de una nueva existencia aquí y allá. En los albores de otro parque, en la próxima primavera. Puede que despierte tardía en los bostezos del invierno tras el largo y penumbroso solsticio.
Esa fue la señal que marco en mí recuerdos de los ansiados destellos que proporciona el nacimiento de una nueva existencia aquí y allá. En los albores de otro parque, en la próxima primavera. Puede que despierte tardía en los bostezos del invierno tras el largo y penumbroso solsticio.
En tanto llega la plenitud, os invito a que
os deleitéis con estas imágenes de verbo fácil, y las instantáneas de un
soñador. De un mal vendedor de sueños y realidades.
Tomás Serrano González.
17.5.2016.

