domingo, 15 de noviembre de 2015

París llora por el odio musulmán.


    La paciencia es un don de la que carezco con demasiada frecuencia, más desde los atentados de París, he tenido la suficiente para mostrar mi pensamiento por encima de mi deseo.

     He escuchado tantas sandeces que el estomago se revela y convive con las nauseas. ¿Quién dijo la estupidez ¿los terroristas no entran en Europa con los emigrados de guerra? Pues entraron, al menos uno, y uno fue suficiente para que murieran unos cuantos seres debido a su inmolación o sus disparos indiscriminados.

     No tengo leído, ni conocimiento verbal o histórico, de que los españoles emigrados como consecuencia de la guerra civil o la necesidad, se dedicasen a la violencia del terror por el terror. El más de medio millón de estos que cruzaron la frontera hacia Francia en el 1939, fueron retenidos en campos de concentración, privados de todo, vivos de hambre y muertos por frío, partiendo de menos cero, pero sin odio ni rencor a quienes les acogieron.

     Los terroristas que sembraron de pánico, de terror y miedo, las calles de París, eran y son la segunda generación, hijos de aquellos que llegaron a la “libertad, igualdad y fraternidad” con las bolsas vacías de pan, y en las que nunca volvieron a ver ni sentir tan llenas de nada. Recibieron más que sus predecesores, una educación, un país libre, unas oportunidades de las que carecieron sus ancestros, ¿y cómo han aprovechado estos bienes? Todos ya lo sabemos, algunos de ellos ya se han ocupado de que así sea, matando a quienes les dieron lo que su FANATICA RELIGIÓN les denegó, PAZ y acogimiento.

     No quiero en mi PAÍS unos fanáticos que oran por la muerte de quienes no comparten sus ideas, siendo rastreros, cobardes, e hijos del odio. No quiero en España quienes maten mi libertad, quienes me exijan respeto por sus ideas y no haga lo mismo con las mías, quienes me reclamen por derecho una mezquita en tanto en su nación quemen o no permitan las iglesias católicas o lugares de oración para los creyentes de otras religiones, no quiero a mi lado, ni en las calles por donde deambulo, gentes que no respeten a sus iguales femeninas, y no  permitan el derecho a estas de no ser esclavas de sus pensamientos retrógrados. No deseo compartir ni abrir mis manos para recibir a quien mañana me morderá esta, y hoy, apuñalará mi humano proceder.

     No quiero ser parte de mi muerte más de lo que ya soy por haber nacido… LIBRE.
T.S.G.

15.11.2015.

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