Llegó Syriza al poder griego, llegó y al tercer día resucitó, resucitó el descalabro de toda una nación, no sólo saltó por los aires el sistema monetario, si no que con su llegada, los salvadores de la patria griega, han conseguido que el 43% del capital huya del país. Se teme un “corralito” a la Argentina, y con razón, pues cuando los sinsentidos alcanzan términos alejados de toda realidad, es de temer que la realidad sea más dañina que la esperanza puesta en ella.
¡Que grandes ideólogos estos griegos! Padres de tantas reflexiones que abocaron su ideología a los altares ficticios de los dioses. Zeus, Marte, Afrodita y demás del Olimpo, hoy, estos, se encuentran presos de la sabiduría de Tsipras, de un hombre jugando a Dios.
Las palabras que este Mesías lanzó “contra” su pueblo, son las mismas que antes han proclamado otros tantos iluminados. Todos en el fondo de nuestros sentimientos, ideales y razones, deseamos lo mejor. Que nos prometen pan ¡perfecto! Que se trata de igualdad, de subir pensiones y el sueldo base ¡estupendo! Que nos prometen una sanidad gratuita y eficaz, una educación libre de cargas y repleta de sabiduría, y una imparable investigación con sentido y medios a eterno plazo ¡lo soñado! Que se acabó la manga ancha para los corruptos y aláteres ¡por fin! Que la seguridad de nuestra tierra, nuestras fronteras, y que nuestra policía salvaguarde el orden interior con el fin de evitar desordenes públicos y sostenimiento de las leyes del estado ¡Lo correcto! Pero ¿conocen estos padres de la perfección, que un estado, lo primero que debe de arreglar es su economía para poder afrontar los diversos planes de crecimiento y desarrollo? Me temo que no; las proclamas bananeras suenan a gloría en los oídos de los necesitados, y saben amargas en la realidad que las prosigue.
Es necesario no sentir que se te hace pasar por un aro en una pista de circo, pero es menester entender que el raciocinio está por encima de el deseo y la palabrería, que una deuda se paga, que no es nueva la filosofía de pedir cuando te dan y no pagar lo que te prestan. Con la financiación ajena se vive muy bien, se acostumbra a creer que la moneda y el préstamo no tiene fin y no se devuelve, más la realidad es la que es, no pidas lo que no puedes devolver, y no gastes lo que no tienes. Todos queremos más y mejor, pero contentarse con lo que uno tiene es lo esencial, ni un bedel es director de empresa, ni este un atleta de élite. Volvemos a que lo que no puede ser no puede ser porque en realidad es imposible.
Soñar, aspirar a más en la profesión y en la vida es justo, pero los antagonismos son una realidad a vencer no con ideales si no con realidades.
Cada cual aguanta su vela. Abrir los oídos, sordos de palabras, que suenan a deseos. Escuchad, que el murmullo del río es del río, y no de un mar de arena de desierto.
T.S.G.
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29.1.2015.