jueves, 20 de febrero de 2014

En contra de la siesta y las costumbres de España.


     He leído en la prensa que el New York Times, como antaño hicieron otros periódicos de allende nuestras fronteras, multiplicar sus quejas, en extensos artículos, sobre las costumbres españolas, y me pregunto desde la ingenuidad, ¿quiénes son estos advenedizos que pretenden enseñarnos como debemos de vivir y comportarnos? Esta manada de ineptos licenciados en periodismo, o quizá tampoco, se creen en el derecho de ajustar nuestras costumbres a sus costumbres; por mi parte “van dados”.
     Todos los pueblos, si así lo desean, pueden asumir los “consejos” provenientes de otros pueblos y otras culturas, y así ha sucedido a lo largo de la historia del mundo, bien impuestas por conquistas, bien por dominios, intereses, o pactos.
     Estos yanquis nos dicen que el hábito de cenar a las diez de la noche proviene de los años posteriores a la guerra “incivil” (1936 – 1939). España se encontraba bajo la dictadura del régimen franquista, y según, estos entendidos, el horario que se usa es aquél que se ajusto a la España agraria que se regía por el sol y no por el reloj. ¡Serán tontos! Los labriegos, agricultores, ganaderos, etc., de aquellos tiempos tendían a recogerse a las seis o siete de la tarde, cenar medianamente fuerte, y a las 9 ó 10 se acostaban, se levantaban con el alba, o incluso antes, un almuerzo (cada cual lo que tenía) y a la labor.
¿De que horario están hablando? ¿De que época?
     Que los horarios en España se regían por las labores agrícolas es cierto, al igual que en el resto del planeta, tan cierto como es, que, desde que el campo se modernizó, el agricultor y el ganadero iniciaron una relajación en sus jornadas de labor, algo entendible para todos menos para “los cabezas huecas”.
     Todavía estas mentes privilegiadas se obcecan en que es lo mismo la latitud y los paralelos en el Reino Unido, en América del Norte, o en Alaska, que en la península ibérica.
     Pretenden que cambiemos nuestros horarios de comidas, programas televisivos, espectáculos deportivos, de entretenimiento, y prescindir de la siesta. La siesta, el “deporte” nacional por antonomasia, las tapas, una caña fresquita entre charla y amigos, un tinto o vermut, un paseo al caer la tarde (ciudad, costa o interior, que igual da), una merienda (chocolate con churros, pincho de tortilla, un bocadillo, etc.), en tanto ellos cenan. Esas costumbres son las que quieren eliminar con el fin de que España sea un país más productivo, quieren que abandonemos las mismas cosas que ellos ansían disfrutar con avidez durante todo el año. Planifican sus días de asueto para sumarse a nuestra manera de vivir y ser, ¿en qué quedamos?
     Si ellos tienen el día de Acción de Gracias, nosotros tenemos el Día de Reyes, y si ellos tienen pavo, nosotros jamón, cada cual con lo suyo.
     Dejemos las cosas tal como están, ellos con su producción y sus manías de amoldar el mundo a sus costumbres, y nosotros a seguir con nuestro estilo de vida, ese tan imperfecto que todos abrigan la idea de disfrutar.
     Soportaremos las criticas de los periódicos anglosajones, teutones, nórdicos, norteamericanos, y algunas de sus gentes, agencias, y rancios, mientras degustamos nuestros manjares, los acompañamos de nuestros caldos y sidrinas, alambiqueamos y quemamos nuestros oruxox, Nuestro carácter generalmente poco huraño, más nos reímos que lloramos nuestras penas, nos ayuda a llevar el día a día, y disfrutamos de los bienes que nos otorgan las inclemencias, las clemencias y la diosa naturaleza, e incluso a veces nuestros semejantes.
T.S.G.

20.2.2014.

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