sábado, 15 de febrero de 2014

CARTA ABIERTA.


         Querida Campanilla:
         Cuando el mundo tiende a volverse loco, me entran las dudas de si realmente queda aún en las grandes urbes o en los más recónditos pueblos de la tierra, algún cuerdo incluyendo mi persona, que crea en las gentes y en sus cuentos; esos cuentos que sin pretender que formen parte de nuestras vidas se mezclan en ellas para bien o para mal con sus ogros, sus príncipes, sus palacios y sus reinas, sus cabañas, sus carrozas, sus juglares, sus reyes y sus princesas, sus cárceles y sus rosas, sus besos y sus tristezas, sus brujas, sus niños, sus pajes y su hada buena.
         Somos parte de una vida que nos arrastra por caminos insospechados, creemos en el bien porque nacemos en paz, pero a veces nos dura lo que dura un suspiro.
          Mis esperanzas se basan en lo que nos queda por deparar en esta nuestra existencia; los sueños que no dejan de ser, y el ser que no cesa de soñar.
          No pretendo buscar imposibles más allá de la razón,  pretendo solo dejar que la felicidad me alcance y saborear de esta más que sus bullicios y sus silencios. Su alegría por enseña, por bandera quiero. Su himno con palabras que canten al amor, y un amor que traspase las nieblas que formamos los seres humanos con nuestros entresijos de medias verdades, un amor que dure mientras dura el brillo de los ojos, las caricias de unas manos, las palabras sentidas, la sonrisa franca, los hermosos silencios; y los besos que callen las palabras innecesarias que quedan por decir.
          El amor de los cuentos en los brazos de la vida.
          En esta ciudad en que ví la luz, los días transcurren entre el impenitente bullicio, y el tic, tac del reloj, todo son prisas por llegar, pero aún ando buscando ese cartel, esa pancarta que anuncie la meta, más ya te indico, que si la meta es dejar esta existencia a la que adoro, a pesar de todos sus males, que de momento no cuenten conmigo, y si es posible (si vos tenéis influencias en ello, que entendido tengo que algo de brujo/as sois), me pido treinta años y un día de felicidad como castigo a la imprudencia de haber vivido. ¡Pero AQUÍ!
              Contesto ahora con esa frase de Santa Teresa de Jesús ha quienes pretenden dar más importancia a la vida de lo que esta tiene. “Nunca pasa nada, y si pasa, ¿qué importa?, y si importa ¿qué pasa?”. Ríe y sonríe, quiero que seáis felices cada día y cada hora de éste; quiero que jamás se borren de vuestros labios, ni de tus ojos, los motivos por los que estos son capaces de vivir.
!Ayer no fui infeliz, pero hoy soy feliz, entiendo que sabéis que sois parte culpable de los motivos que me llevan a tal estado, las otras partes la rellenan la familia, los otros amigos, y un puñado de pequeñas cosas que hacen que cada día sea siempre algo más.
              Desde el “País de Nunca Jamás” un abrazo y cien más para el resto de vuestras familia, cien recuerdos, y cien besos sentidos (bicos), y si veis al Capitán Garfio enredando cerca de vosotros, avisadle, que aún le busco, y que no queda otra salida que perecer en un duelo conmigo.                                                                                                              Siempre.
                   Tomás Serrano González. (Peter Pan por unos instantes).
Madrid. Villa y Corte en el mes de febrero de2014
tmsg1953@gmail.com

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