Tomás Serrano González.
Cuando llegas a este mundo no sabes que te puede deparar la existencia, tu camino lo dirigen tus progenitores, la suerte, (que es eso con que invocamos los equívocos), los éxitos, (los perseguidos y los otros), y un no sé qué a lo que llamamos destino, se confabulan, y entre todos ellos disponen los vericuetos del camino que afrontaras. El mío me trajo hasta aquí.
El aquí, el ahora, es el presente, un presente que te demuestra lo insignificante que eres en este planeta, con un volumen de agua que ocupa tres de sus cuatro partes, y que en su plena ilegitimidad lo denominamos Tierra.
No sé si en lo que denominamos universo, existe, a millones de años luz otro similar. Lo cierto es que éste, al que nos jactamos de llamar nuestro, se hartó de aguantar a tanto inútil que en él mal convive. Quiero pensar que un hecho fortuito nos muestra lo poco que en realidad valemos, la debilidad de nuestra prepotencia, o acaso podrían ser las ansias por sentirse dueños de siete mil quinientos millones de seres “racionales” y sus miserias, a esos pocos, les lleva a jugar sobre un tablero a pruebas bacteriológicas, y la cruel realidad de hoy, porque así lo sentimos y padecemos, “se les fue de las manos”. ¿A quiénes?
El sucedido dio origen, un suponer quizá, a un campeonato de ajedrez en el que participan solo unos pocos. Cansados de hacer tablas durante, para ellos, demasiados años, por fin decidieron jugar una partida donde mostrar su astucia, su estrategia, movimientos desconcertantes de figuras relativamente poco útiles, sacrificar peones, montar una defensa avanzada partiendo de caballos y alfiles con escaramuzas rápidas, guarneciendo los flancos con las torres, girando todas las opciones y posiciones alrededor de una reina bajo las pautas que marca el paso corto y firme del rey.
¿Quiénes son los jugadores?
Cuatro puntos resultan ser las claves a mí entender:
El Mediterráneo, Asia Menor, África y el Atlántico Norte. Ahí estriba el dominio del Mundo para los próximos ciento treinta años.
El Mediterráneo es una pieza clave para Rusia que ansía puertos donde establecer el poder que le resta desplazar sus navíos desde el Mar Negro (Crimea) por el cuello del Bósforo, en tanto EE.UU. mantiene su flota en Italia y España, vigilando el este, y el poder estratégico de cerrar, cuando le plazca, el Estrecho de Gibraltar.
Sería para Rusia la ocasión de cumplir el sueño de el “Zar” Putin. Debilitada EE.UU. en Italia y España, tras la inoperancia de Grecia, y conociendo que solo Turquía podría ofrecer resistencia, y poca, encontraría la llave de Asia Menor a través de Siria y de ahí a Irán. Hemos de suponer que recuperar las repúblicas del sur no serian un inconveniente, para una vez dadas por perdidas las fronterizas con Europa, anexionárselas de nuevo en un par de décadas. ¿Lo verán nuestros ojos?
Ocho años mínimo, posiblemente doce, le quedan, – comenzando este otoño –, a los Estados Unidos para recuperar, tras la desidia mostrada a sus aliados en la pésima gestión económica y política exterior del populista “presidente” Trump para recuperar la influencia de antaño. De EE.UU. conocemos el poder armamentístico que tiene en Europa; amén de las bases ya citadas tiene desplazadas en Europa un contingente que es la médula espinal de la OTAN; Alemania, Polonia, y Turquía ostentan el “privilegio” de acoger la gran mayoría de las tropas terrestres y el control del espacio aéreo.
No son muchas las naciones que se libran en el tablero estratégico. China, el país del que dijo Winston Churchill: “El león está dormido, no lo despertéis”, ya desperezó, y sin que apenas nos diésemos cuenta los principales recursos minerales, de expansión tecnológica, y de asesoramiento del continente africano crecen y se multiplican bajo su dominio. Son hormigas que laboran sin pausa, sin el agobio de plazos, sin imposición de fechas, y sin límites en metas económicas.
Los tiempos de recoger la cosecha es cuestión de paciencia, y de ello y de recursos humanos tienen grandes excedentes. Se dispersan por todos los continentes con minuciosidad, plantan una semilla, y en el tiempo que duran tres suspiros están cosechando miles de hectáreas. La “osadía” del sobrante de mano de obra hace el “milagro”.
El poder nuclear ya no es la base principal de esta tarta, aquellos que dominen las patentes, la tecnología, la agricultura en el desarrollo de los nuevos conceptos de producción alimenticia – por llegar –, la investigación y el agua potable.
Existen, como es sabido, demasiadas naciones con la denominada “bomba nuclear”, EE.UU., Rusia, India, Pakistán, Reino Unido, Francia, Israel, (¿Irán, Alemania, Japón, … contraviniendo los pactos? ¡Hummm!), pero no será esa la cuestión que haga peligrar en un futuro cercano la no beligerancia, más bien se respetarán por los miedos a las guerras bacteriológicas e infectológicas. (Una curiosidad: ¿Sabíais que la especialidad de infectólogia no está reconocida aún entre las especialidades médicas; así como tampoco lo está la poliomielitis, ni la fibromialgia, (conociendo que ambas son invalidantes en sumo grado), ni sus síndromes pos.)
Tras lo reseñado se constata que después de ésta pandemia el mundo tal como era hace unos meses volverá a cambiar; todo será igual pero distinto. Las generaciones nacidas de los años 50 a los 70 vivieron unos cambios arraigados aún en las raíces de cada nación, y las siguientes generaciones disfrutaron de ciertas libertades y la llegada y consolidación de la tecnología “primaria”, en tanto, aquellas que derribarán éstas, vivirán el asentamiento y la revolución de las ciencias dejándose en el camino la sabiduría de la filosofía. Malos tiempos se avecinan para las artes, para las humanidades, (los sentimientos, las letras),… buenos tiempos se avecinan para el olvido.
Como podéis apreciar no intento plasmar en estas líneas una tesis sobre hechos acaecidos, ni recuerdos, ni añoranzas, es la pura constatación del agonizar de otras décadas.
Madrid, marzo 23de 2020.
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