Bienvenidos al 2018 de nuestra era catalana.
Me encuentro en España, creo; de ayer aún
tengo el recuerdo de haber nacido en Madrid, que en los años cincuenta fui
niño, y que después seguí siendo un ser vivo con todas las complicaciones que
acarrea ser.
Ayer, en el crepúsculo del 2017, volaban
las incógnitas por encima de nuestras testas como aves de rapiña sopesando si
el banquete, tan deseado que se les brindaban de escoria podrida catalana,
merecía la espera, en tanto, los mal llamados independentistas, vagaban en su
locura por el desierto que les generaba su incongruente sentido de libertad.
Arrogancias de los pobres de espíritu.
Egos de superioridad mal encauzada.
Ansiosos del poder calzan su ímpetu.
¡Por las monedas avaros peleaban!
No hubo ideal más fiel que encubrir servicios
de los rateros que habían administrado.
En tanto engañan al pueblo, de sus vicios
no reniegan. Persisten en su aurea día a día.
Pretenden gobernar lo in gobernado
donde continuar su innoble felonía.
Luego mi ayer no es de hoy, ni de mañana, es una pesadilla doliente
hasta el hastío, que me puede durar más de un mes o treinta mil albas.
Tomás Serrano González.
29.12.2017.