Ayer 26 de febrero de 2016 fue otro día
triste para las instituciones europeas que, a propuesta de PODEMOS e IZQUIERDA
UNIDA, consintió que conferenciara en el Parlamento Europeo un ASESINO, un ASESINO que
mantiene como mérito de sus andanzas las tumbas que marcan sus delitos de
sangre, su fanatismo, su sinrazón, y el hecho en sí de no haber pedido
disculpas ni perdón por ellos – a pesar de los años transcurridos – a la
sociedad y a los allegados: cónyugues, huérfanos, padres, parientes y amigos de
los finitos.
Arnaldo Otegi, “un hombre de paz” para los
“políticos” radicales de izquierdas, un ejemplo a seguir, para Pablo Iglesias,
“cabecilla de fanáticos descerebrados”, amante de las dictaduras totalitarias,
del hambre del pueblo, traidor incluso a su conciencia, capaz de vender la
necesidad a cualquier precio con tal de convertirse en el Stalin del siglo XXI.
Otegi arremetió contra el estado, dio por
sentado que un etarra asesino es un soldado de la patria vasca, que un asesino
es un “preso político”, que un asesino huido es un exiliado, muy a su pesar por
cuestiones políticas, y “exigió” la
libertad de todos los presos.
Después se reunió con periodistas de
diferentes medios. Tras la pantomima no admitió preguntas, y, a estas maneras
de comparecer, las llama ruedas de prensa, cuando en realidad, es un comunicado
de solemnes bazofias, a mayor gloria de quien lo trasmite, y quienes lo apoyan.
No esperaba menos de sus señorías
parlamentarias disfrazadas de carneros, que ni a corderos llegan, ni esperaba
más de un asesino, “un hombre de paz”, quizá ese sea su mejor apelativo, un apelativo ganado con méritos por la paz que acompaña las tumbas de
aquellos que mató.
Tomás Serrano González… aún vivo. Madrid, Villa y Corte, Capital del
Reino Parlamentario de España, libre y democrático, a 27 de abril de 2016, mal
que les pese a algunos.