Comienzan a cansarme los titulares
partidistas de los medios de comunicación a todos los niveles. El cuarto poder
está de mierda hasta las orejas.
Han perdido, o abandonado de muto propio,
el don de la equidad y de la información. Nos bombardean con palabras como
"presunto" cuando no es tal, siglas por doquier, anglicismos como si
perteneciéramos a la "Common Well" u otro país de habla inglesa,
retórica tardía, y desconocimiento supino de aquello que es la autentica
insignia de una nación, el idioma.
Tenemos quizá, y sin quizá, el idioma más
rico y versado del orbe; sus sinónimos y
antónimos son suficientes para expresar, sin necesidad de iterarse en una sola
palabra, por mucho que se empeñen en querer demostrarnos lo contrario, la
ineptitud de las jóvenes banderas de las letras en el sempiterno lenguaje (si
así se me admite), nacido en el cruce de caminos de San Millán de la Cogolla
(Monasterios de Suso y Yuso, arriba y abajo).
Los
Cartularios de Valpuesta, que datan de los inicios del siglo IX (hacia el año
804), son un conjunto de textos avalados por la Real Academia Española de la
Lengua. Una certeza.
En el códice 60 se encuentran las Glosas
Emilianenses (Siglo X u XI) son realmente las que contienen los escritos más
antiguos en el idioma castellano y vascuence; hasta ahí lo conocido, ¿pero es
ciertamente ese el inicio? Una duda.
Cierto
es que Gonzalo de Berceo fue el primer poeta en castellano. Cierto que en el
transcurso del significativo año del1492, Antonio de Nebrija publicó su obra
Gramática Castellana, primera codificación de una lengua moderna, en tanto,
impartía clases de humanidades y latín en la Universidad de Salamanca.
Certezas.
A ellos nos dejó la historia como nuestros
ancestros, a los que con el transcurrir de los siglos se incorporarían cientos
de nombres de hombres y mujeres, lustrados en el arte de las letras. El siglo
de oro fue el culmen de estas, y su estela la luz del resto de los siglos.
Todo esto es lo que lanzan por la borda
cada día la generación de la imagen, la misma que alimenta a los cuatro
curiosos de los sucesos al escándalo y la proliferación de insultos a cambio de
un segundo, o quizá tres, de clac, ejerciendo de boceras hispano a cambio de
una gloria de indignidad en una pantalla
de equis pulgadas; todo ello y más, es lo que perdemos en cada titular, en cada
columna, en cada crónica o artículo que quiere nacer, sin conseguirlo, a la
eternidad incomparable de las letras.
T.S.G.
1.10.2014.